viernes, 6 de abril de 2007

La panacea del etanol


Hoy he mirado la evolución de los futuros de maíz en el último año. En abril de 2006 su precio no superaba los 2,50 dólares el “bushel” (un bushel equivale a 8 galones de maíz seco, unos 35,23 litros). Hoy el futuro cotizaba a 3,66 dólares, con un máximo en marzo de 4,38 dólares. La razón de esta subida no es una mala cosecha, sino el uso, cada vez más intenso en los Estados Unidos, del maíz para fabricar etanol (combustible sustitutivo de la gasolina), gracias en buena medida a las subvenciones gubernamentales. Estados Unidos y Brasil producen el 70% del etanol del mundo. En Brasil el etanol se produce a partir de la caña de azúcar, y en 2006 el 14,4% de la oferta interna de energía en Brasil procedía de derivados de la caña, aproximándose cada vez más a la energía hidroeléctrica (14,6%).

Parece que la demanda de etanol llevará las existencias de maíz en el 2007 a los niveles más bajos desde 1995 (año de sequía), aun cuando en 2006 se obtuvo la tercera cosecha más grande de maíz que se haya registrado. El enorme volumen de maíz que requiere la industria del etanol está conmocionando el sistema alimentario. Los precios del trigo y del arroz también han aumentado a los niveles más altos del decenio, porque esos granos se utilizan cada vez más como sustitutos del maíz, y, además, los granjeros están sembrando más hectáreas de maíz y menos de otros cultivos.

Puede que este nuevo uso del maíz favorezca a los productores, pero supone un auténtico problema para millones de consumidores, en especial en los países pobres en desarrollo. En México el precio de la tortilla de maíz, alimento básico para millones de personas, se ha disparado en el último año. Según cálculos del Banco Mundial en el 2001 2.700 millones de personas vivían con menos de 2 dólares diarios, para ellos los incrementos en los precios de los cereales básicos pudieran ser devastadores. Para llenar el tanque de 100 litros de un SUV con etanol puro se necesitan más de 225 kilos de maíz, lo cual contiene suficientes calorías para alimentar a una persona durante un año.

Estoy convencido de que los biocombustibles tienen un importante papel que jugar en un futuro energético más limpio. Sin embargo es evidente que ningún recurso es ilimitado y que su empleo produce efectos perniciosos sobre cientos de millones de personas. ¿Tiene sentido llenar los depósitos de nuestros coches con comida una vez que hayamos acabado con el petroleo? en principio parece que no. La asignatura pendiente no es tecnológica, sino cultural. Debemos entender que nuestros hábitos de consumo no son sostenibles. Debemos trabajar mucho más intensamente en buscar la manera de reducir nuestro consumo, y no sólo en buscar nuevas fuentes de energía que quemar.

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